La cinta francesa de los directores de la misma nacionalidad
Eric Toledano y Oliver Nakache, es una fresca, relajante y correcta fábula
sobre algo más que la amistad, como podrían indicar otros, y estos se debe a la
limitaciones, debilidades, fortalezas y oportunidades de los dos personajes
principales.
La trama, basada en una historia de la vida real, gira en torno a Philippe (Francois Cluzet),
un acaudalado aristócrata tetrapléjico en busca de un enfermero que le brinde
los cuidados y atención que necesita.
En este contexto de oportunidad, aparece Driss (Omar Sy), un
inmigrante de raza negra, que vive en un barrio marginal y que, no por
necesitar trabajo, acude a la entrevista; y digo que no lo necesita porque el
mismo se ha entregado a la idea de que jamás se lo darán, así que va de
entrevista en entrevista, buscando solo aquella firma en el papel que le
permita volverá la oficina de asistencia asocial a cobrar su subsidio de
desempleo.
Tanto Driss como Philippe se han abandonado a conformarse
con la situación en la que están viviendo, Driss en su pobreza y Philippe en su
opulencia; este vínculo común que les une, les hace necesitarse el uno al otro,
digamos porque ambos también tienen algo que el otro necesita.
Si bien Philippe es un tetrapléjico, no es la voluntad de la
mente lo que le falta, la suya a estado ocupada en su negocios y su cultura, su
fortaleza se apoya en su moral, educación y recursos, que le permiten una
visión más global de lo que el interpreta como bienestar. Él a diferencia de Driss
ha madurado a cierto punto donde reconoce que el cuidado de quienes le rodean
es primordial, pero al mismo tiempo ignora que este bienestar no solo se basa
en las comodidades materiales.
Aquí es donde la visión pueril de Driss le vuelve los ojos
al disfrute de su vida, Driss no le trata con ceremonias ni reverencias, su
carácter le impide ser socialmente correcto, se divierte y molesta con igual
alegría, volviéndose aquella fuerza y entusiasmo del que Philipe carece. Poco a poco la complementación se hace más
profunda, Driss asume con mayor madurez el cuidado de sus seres queridos,
dejando atrás su egoísmo, y Philippe aprende a quererse más a si mismo con alegría
y esperanza por el futuro.
En el camino Intouchables está acompañada por un excelente
soundtrack que vale la pena resaltar, y que,
casi como si de una fiesta se tratase, acompaña muy bien la fotografía de,
llena de brillantes contrastes en azules, grises, y tonos cálidos de marrón y amarillo; el
ambiente de opulencia de Philippe nos permite visitar grandes salones y pasear
por la siempre iluminada Paris.
Intouchables es un delicado y radiante disfrute, que aboga
por la vitalidad, muy entretenida y sumamente recomendable, véala con la
familia, solo o con amigos.
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