miércoles, 2 de enero de 2013

Sherlock Holmes: A Game of Shadows

 
De difícil adquisición, el comic de Lionel Wigram en el que se basa la serie de películas de Guy Ritchie, no arroja mayor luz sobre esta nueva adaptación del famoso detective inglés, creado por Artur Conan Doyle, más que la de saber que el autor del mismo trabajo en el guión y producción de este film.

Pero qué tanto del comic ha usado Guy Ritchie y que tanto se debe al correcto guión de Kieran Mulroney y Michele Mulroney. Si bien esta odisea había empezado en el año 2009, cuando se filmó la primera de las dos entregas de la saga, no parece haber sido hasta ahora, con esta nueva adaptación, que Guy Ritchie ha dado con su Sherlock Holmes; un Holmes extraño, bastante alejado de aquel alto, obstinado y metódico ingles qué todos conocemos.

Al parecer este nuevo Holmes se basa y construye alrededor de la figura de Robert Downey Jr. más que en el personaje literario; Holmes es ahora desordena, impulsivo, autodestructivo, egoísta, cínico y, para deleite de Ritchie, un experto en las mas acrobáticas peleas, su versión de Holmes entonces va más allá de ser una hipérbole, para pasar a ser una completa reinvención de todo el universo de Doyle, en ocasiones basadas en la mofa, como es el caso, por ejemplo, de la habilidad de Holmes para el disfraz, que en la cinta se toma con humor y en contraposición con la calidad que tendría el verdadero Holmes.

La relación del detective ingles con su compañero amigo, el doctor Watson sufre también una transformación, siendo pues que Holmes se ha vuelto una versión inestable de sí mismo, ahora es Watson, antes un fiel seguidor y atónito admirador, quien lleva la lógica y la razón de la pareja y se vuelve hasta cierto punto un protector de Holmes, le cuestiona y pone en dudad todos su métodos y motivaciones, con lo cual, sorprendentemente, la dupla funciona.

Tal vez los más severos seguidores de Holmes aborrezcan este cambio tan radical, pero una vez te entregas a la idea, la cinta se deja disfrutar. La razón de que esta entrega sea superior a la anterior radica en el villano que contrarresta la voluntad de Holmes, y a diferencia del anterior su ambición es mayor, global. Su educación y conocimiento es tan vasto que equipara las habilidades de Holmes; Ritchie acierta en hacer a Moriarty la antítesis de sus personaje, es decir, dueño de una frialdad, maldad y seriedad en sus maneras y expresiones que complementa a Holmes y, en ocasiones al mismo director.

Moriarty es la clave del éxito de Sherlock Holmes A Game of Shadows. Cuando aparece en escena Richie olvida sus cámaras lentas, coreografías y enfoques en detalles mínimos, las escenas de confrontación entre ambos antagonistas parecen ser traídas de otro film, y las fuerzas de ambos actores se mueven como un mar golpeando una roca, como la flama danzando en torno al arbusto, Downey ataca con picardía al siniestro doctor, pero a no ser por una leve sonrisa, Jared Harris gesticula con sutileza la demencia y el genio de Moriarty, maquillado para palidecer su piel y acentuar las marcas que sin duda dejan en su rostros, sus muchas maquinaciones nocturnas, revela su narcisismo y como un juego de ajedrez se encara al intelecto de Holmes.

Desperdiciada Noomi Rapace, en su primera aparición en Hollywood, Rachel McAdams tan exquisita como siempre deja más huella en diez minutos que ella en todo el resto de la cinta, correcto Paul Anderson y maravilloso Stephen Fry, revelador en su interpretación de Mycroft Holmes, al imprimirle una preferencia homosexual que tal vez sea el mayor y más extraño cambio, aplicado también a la relación de Holmes-Watson sin sutileza alguna, el cual no encuentro necesario para la historia.

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