miércoles, 5 de marzo de 2008

Ichi The Killer



Adrentarse en la mente humana con un discurso metafisico basado en la construccion de personajes y situaciones que emulen las reales usando el cine como un espejo de la realidad, parece ser el método mas directo, perceptible y efectivo para comprender e influir la psique del espectador. En el cine gore por otro lado se reproduce el mensaje hiperbolizandolo al punto de la teatralidad, para que el espectador no reflexione sobre el, sino que, totalmente inconsciente del juego en el que sus emociones se encuentran, experimente todas las sensaciones y posturas morales, con un estado mental que el filme logra desnudar haciéndolo participe de una emoción humana colectiva, tan innata y subconsciente que al acabar de ver Ichi The Killer, no podemos explicar con palabras por qué hemos disfrutado de dos horas de hiperviolencia y sadismo, al punto de volvernos participes de las mismas.

En esos términos, muy pocos géneros como el gore cambian el rol del espectador al de complice, pues cuando nuestra retina se impregna de un espectáculo que es ajeno a nuestra moralidad, tenemos la opcción de apartalo e ignorarlo, pero justamente ahí radica la genialidad de los directores de cine gore, ellos se tornan en titiretos y mueven los hilos que hacen que volteemos nuestras cabezas y no podamos dejar de ver a la pantalla, estos hilos pueden presentarse en variadas formas, Takashi Miike opta por otra emoción muy parecida a la esencia emocional del gore, como si de su contraparte se tratara, e instaura el apego emocional necesario para hacernos ver su Ichi The Killer en el humor, inyectandolo tan apegado a la violencia que las sonrisas y hasta las carcajadas parecen venir de ningun lado, jugando con los esteriotipados personajes japoneses Miike crea a la vez una comedia y un testamento psicologico como muy pocas veces se ha visto, para ello va mas alla de donde otros directores se han atrevido a llegar, a costa de su propio prestigio y a riesgo de ser incomprendido, introduce imagenes perturbadoras agrede, lo mas extremas posibles, pues es totalmente necesario llegar a estos extremos para que el espectador finalmente se precate que esta bailando la danza que él queria. Con esto Miike nos escupe en la cara la verdad de la psique moderna cinefila, la cual se ha vuelto, en pocos pero significativos casos, una consumidora de dolor, sufrimiento y violencia como una forma de entretenimiento, cabe preguntarnos si Ichi The Killer es una denunciadora, o si es una participe de este fenomeno sociologico, pero, creo yo, su valor artistico la salva y la excluye en parte de ese nivel.

Más alla de este exquisito rol que el director juega en su pelicula, el film se disfruta gracias a la belleza de sus imagenes y Miike sabe como valerse de todo el colorido, luz, sombra, espacio y vacio que necesita para hacer de algo mostruoso un cuadro esteticamente atrayente. Asi, Ichi The Killer se mece en la sinrazón con el fin de generar estetica con la que se induce en el espectador la sensacion de haber visto una gran obra, sin saber exactamente por qué.

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